Enraízada

A mi sí me gusta la Navidad. No es que tenga intención de comprarme un jersey de renos, pero sí disfruto de estas fechas que más que conectarte con tus seres queridos (que también) te hacen volver la vista hacia dentro, a tu interior, a tu yo niño, a las navidades de tu infancia.

No siempre la mirada es amable. Puedes recordar con pena a personas o circunstancias que ya no tienes. O puedes respirar aliviado por personas o circunstancias que ya no tienes.

En cualquier caso, lo único asegurado es el cambio. Evolución en algunos casos y despedidas dolorosas en otras.

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Todos tenemos nuestra propia historia singular, con nuestras vivencias y nuestros aprendizajes. Y aunque siempre puedes empatizar con otras personas que pasan por experiencias similares a la tuya (o eso crees), cada vida es única e irrepetible. La hemos ido esculpiendo y moldeando a lo largo de los años hasta convertirnos en nuestra versión más actual.

Muchas veces simplificamos y pensamos que conocemos a alguien simplemente por la imagen que proyecta hacia el exterior. Y también nos vemos juzgados por miradas ajenas que creen conocernos por habernos comportado de tal o cual manera un día. En cualquier caso, no deja de ser un análisis superficial carente de contexto.

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Cuando pienso en esto, no deja de venirme a la cabeza la imagen de las raíces del árbol que yo asocio a mi etapa escolar. A tu vista están el tronco y las ramas…que pueden ser más o menos fuertes y frondosas…pero nada sabes de las raíces que se esconden bajo tierra, ni de lo profundas que son, ni de como se han abierto entre el terreno para asentar su existencia.

Con las personas pasa un poco igual. Nunca sabes cuantas lágrimas se esconden detrás de las sonrisas de escaparate, ni cuantas palabras no dichas, proyectos sin realizar, decisiones equivocadas, discusiones estériles…

Hay miradas que comunican más que muchas palabras.

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#raícesprofundas #navidad

Esa fecha del calendario

Hola de nuevo!

Como ya os he contado en otras entradas del blog, octubre es mi mes favorito del año.

Llega el otoño, podemos sacar del armario los jerseys jugosos que piden abrazos a gritos, los parques se tiñen de marrones anaranjados y podemos ir a recoger castañas o a disfrutar del mar en playas solitarias y libres de veraneantes.

Pero, por si no fueran razones suficientes, resulta que octubre es también el mes de mi cumpleaños. Esa fecha que siempre espera para felicitarme  a la vuelta del verano, mientras los días menguan en horas de luz y la oscuridad facilita esos cafés tan entrañables por algún bar de Compostela.

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Y aquí estoy en los días previos. Pensando si voy a elegir una tarta de fresas con nata o de moka para soplar las velas y feliz y contenta de estar en este mundo que, aún con algún lado amargo, merece la pena ser deleitado como un pastelito de crema. (Creo que me está quedando un poco glotona esta entrada jajajaj, pero no importa. Se acerca mi cumple y me lo puedo permitir. ¡no hay culpabilidad que valga!).

Lujos grastronómicos aparte, y aunque me juré a mi misma que no iba a filosofar ni a ponerme trascendental sobre el paso del tiempo, sí me gustaría que pudiéseis leer este fragmento de un artículo de Julio Camba que lleva por título «No pasan años«.

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Con esta ironía tan lúcida que caracteriza  los escritos de Camba, nos dice…«Y si no sabéis cuando he nacido, ¿cómo podéis decir que me conservo muy joven o que, por el contrario, estoy demasiado avejentado? Si os parezco muy joven, es que me consideráis muy viejo, y si, a la simple impresión visual, me consideráis muy viejo, es que no os parezco nada joven…» .

De las reflexiones de Camba deduzco que el que más y el que menos en algún momento se hace consciente de que no hay manera de detener el tiempo y que las canas o las arrugas son la manera evidente que tiene la naturaleza de decirte ¡Espabila, porque tú también te haces mayor! Aparentes más o menos, tienes la edad que tienes. ¡Es un hecho!

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Yo ahora espero que el tiempo pase para esta plantita que empieza a enseñar brotes verdes y que crece cada día en mi cocina. Con ella despido el post, le doy la bienvenida a un nuevo año de vida y os deseo a todos un feliz octubre. ¡Hasta pronto!.

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#otoño #pasodeltiempo #cumpleaños

 

Baños de luna

¿Miente la luna?

¿Baila la luna?

¿Qué esconde?

¿De qué color es?

¿Es real lo que ilumina?

Crea sombras en las noches de insomnio. Ilumina penas que van menguando con la luz del día. Inventa historias y alimenta monstruos. Enreda problemas con oscuros pensamientos. Irradia embrujo y enloquece almas.

Aún consciente de su peligro,  yo espero su llamada azul cada noche. Como una perla en el océano, me recuerda que se puede brillar en la más profunda oscuridad y despertar el lado más creativo de uno mismo…hay quien lo llama inspiración…y yo me sumerjo en su luz en un íntimo baño nocturno.

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La luna inspira poetas e invita a la intimidad. A las confidencias. Al romanticismo. Pero también a promesas realizadas con premura que se desvanecen al amanecer.

Su tenue luz nocturna nubla la visión. Agita emociones, siembra miedos y augura calamidades en aquellas mentes que no logran conciliar el sueño y permanecen ansiosas, vigilantes y despiertas mientras la humanidad duerme.

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La inestable y cambiante luna vive en la magia…puro ilusionismo.

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#luna #magia #noche

Cicatrices

Lo mío con Víctor del Árbol fue amor a primera letra. O simplemente que la periodista (Ana Abelenda) escogió para titular su entrevista una frase que rompe con la artificial y mentirosa felicidad de las fotos colgadas en instagram o en cualquier otra red social.

«Me gusta la gente que tiene cicatrices». Tan simples palabras para de un plumazo decir adios a los filtros, a las sonrisas forzadas y a las aventuras de escaparate. Y creo que – obviamente – no habla de las marcas físicas en el cuerpo, sino de otras heridas que se cargan en silencio o se ocultan tras una sonrisa amable y una caída de ojos.

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La entrevista se publicó a principios de año en un periódico gallego y aunque tengo que reconocer que no había leído nada de este autor, el titular ejerció tal atracción que tuve que leerla íntegra y de inmediato.

Y fue una sensación extraña. Un escritor que descubro al azar y al que me siento conectada como si fuésemos antiguos amigos. Tengo la sensación de que no siempre eliges el libro que quieres leer. A veces, es el destino el que te lo pone delante como por casualidad.

«Si vives de verdad, acabas sufriendo, huyes de certezas y seguridades, de la zona de confort, te atreves a ir lejos y el precio que pagas es alto. Y quedan esas cicatrices, que demuestran que al final, has vivido. A mi me gustan las personas que se mojan, que son las protagonistas de sus vidas, que se sienten heridas pero siguen luchando».

Atrévete

Muchas veces he pensado en la importancia de atreverse. ¿De atreverse a que? Pues a hacer lo que a ti te llene. Y si me equivoco…pues es el precio que hay que pagar. Si la experiencia te hace crecer como persona…¿o nunca te ha pasado que lo que viviste como una desgracia con el paso del tiempo llegó a ser una bendición? El paso previo a un despertar, que no habría ocurrido de no ser por el error cometido.

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Y mira tú que en estas cavilaciones leo otra entrevista, en este caso del psicólogo Tomás Navarro y me encuentro otra frasecita de estas en el titular:  «No te avergüences de tus cicatrices: ¡embellécelas!».

Y pasaba a explicar la técnica japonesa del «Kintsukoroi» (de la que ya hablé en otro post) y que consiste en recomponer una pieza de cerámica que se ha roto rellenando las grietas con polvo de oro.

Técnica, por cierto, que da título a uno de sus libros y que yo descubrí en una librería de Santiago (otra vez el destino me pone delante un libro que me llama).

La sabiduría está en los libros…y en lo vivido.

Libro que encierra la misma sabiduría de la que hablaba Víctor del Árbol: «Vivir es algo que está reservado sólo a los valientes, ya que implica tomar decisiones, vencer la comodidad y buscar el desarrollo y el crecimiento de manera activa. Cuando vivimos intensamente, corremos más riesgos y nos volvemos más frágiles».

Entonces yo me pregunto…si personas como Víctor del Árbol o Tomás Navarro – a los que no tengo la fortuna de conocer personalmente – se presentan ante mi en forma de obra escrita ¿será que el destino me lo tenía preparado? ¿Será el ejemplo práctico de que cuando el alumno está preparado aparece el maestro? ¿O será una simple casualidad de la vida?.

No se. Seguiré viviendo de manera consciente para intentar encontrar respuesta si es que la hay. Pero…mientras… una amiga acaba de estar de cumpleaños y su regalo fue el libro de Víctor del Árbol «La víspera de casi todo«. Acompañada de postal con cita de Tomás Navarro escogida por mí jjajajajaj. ¡Lo bueno hay que difundirlo! Nos vemos pronto. Besos y abrazos.

¡Vive, joder, vive!

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#cicatrices #librosbuenos #vivejodervive

 

Paseos de domingo

Tarde de domingo. Febrero. Santiago de Compostela. No llueve. Ocasión idónea para salir de paseo. Y reflexionar. Y pensar. ¿En las grandes cuestiones vitales? Tampoco veo yo que sea necesario descubrir diariamente el sentido de la existencia. También hay…otras cosas…

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Que sí! Que los hay! Estoy completamente convencida. Son esos seres malignos y demoníacos que se esconden detrás de las esquinas provocándote esos pequeños incordios del día a día. Esas situaciones en las que dices…¡Joder (perdón), otra vez! Aunque mi madre tiene otra expresión (en gallego) que se adapta perfectamente a las circunstancias: «nin que fora o demo» , algo así como «esto es cosa del diablo».

La tostada siempre cae por el lado de la mantequilla. Prueba!

Son esas casualidades que se repiten en tu día a día, sin saber muy bien por qué. Y yo dejo algunas preguntas para la reflexión…

¿Por qué  alguien decide llamar al ascensor milésimas de segundo antes de que tú le des al botón? ¿Hay algún vecino que sigilosamente me vigila para saber el minuto exacto en el que voy a salir de casa?

¿Por qué siempre me falta algún céntimo cuando intento deshacerme de la calderilla para pagar en el supermercado con la cantidad justa? Te pasas unos segundos contando monedas, ante la mirada desafiante de los que están detrás de ti en la cola y, al final, acabas pagando con un billete con una sonrisa de resignación. Y tu tenías tus tres moneditas de céntimo…pero claro…¡necesitabas cuatro! ¡Maldición!

Y siguiendo en el super, ¿por qué hay tanta prisa en empezar a cobrar a la persona que está detrás de ti, cuando aún no has cerrado la cartera ni mucho menos agarrado la bolsa. ¿Es una contrareloj o el sistema capitalista sale a tu encuentro pidiendo facturar y facturar a toda velocidad?

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¿Por qué cuando aparcas el coche en zona azul ves que todas las máquinas de pago están igual de lejos? Y si está lloviendo…¿cómo se hace para meter las moneditas y aguantar el paraguas sin mojarte?

¿Por qué siempre hay sitios minúsculos para aparcar el coche? Sabes perfectamente que no te va a caber, pero igualmente tienes que hacer la maniobra para acabar concluyendo que…efectivamente, ahí no cabe ni la mitad de tu coche. Y refunfuñas claro, porque todo el mundo – salvo tú, claro – aparca fatal.

¿Por qué cuando quieres guardar algo muy muy bien para no perderlo, nunca recuerdas después donde lo pusiste?

¿Por qué cuando decides bajar con paraguas «por si acaso» nunca llueve? ¡Ni que decir tiene que te empaparás como no lo bajes!

Y podría seguir  así líneas y líneas… Sí, ya sé que son cosas sin importancia y que nada tienen que ver con las auténticas adversidades de la vida…pero ahí están. Aunque más que enfadarme, yo me he reído bastante escribiendo este post, porque de repente fui consciente de que eran muchas las casualidades más o menos simpáticas que te pueden pasar a lo largo del día. Y también le dan un poco de salsa a la vida no?.

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Yo sigo buscando los duendecillos…en algún sitio estarán…seguro!!!

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#casualidades #tardesdedomingo #anécdotas

 

Los ladrones de tiempo

Hola!

Aquí estamos de nuevo, en ese duro y triste momento en que toca recoger los adornos navideños una vez que ya han finalizado las fiestas. Es un día que me pone triste. Como si dijéramos: vuelve a esconder la magia en un cajón que tienes que regresar de sopetón a la cruda realidad. Así, venga, ¡ a lo loco!.

Con lo cual, me pilláis guardando guirnaldas y demás muñequitos en la bolsa donde van a descansar hasta que llegue de nuevo el final de año. Por cierto, es cosa mía, ¿o los años cada vez duran menos? Cuando estaba en el colegio, las navidades me tardaban una eternidad desde que empezaba el curso, pero ahora, no me preguntes cómo, estamos en navidad, pasan unos poquitos días y ya estamos de nuevo en navidad. El año es un visto y no visto. ¿Qué chispas pasa?

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Aprovechando los días de vacaciones que me suelo guardar para estas fechas, me acabo de leer «El monje que vendió su Ferrari» de Robin Sharma que me dejó una buena amiga. Es un libro que da muchas claves sobre cómo vivimos nuestra vida y que te hace replantearte (para bien) la manera de afrontar tu día a día. Digo para bien, porque no se limita a quitarte la venda de los ojos sobre muchos comportamientos que tienes interiorizados como únicos posibles y no es así. Hay opciones. Siempre hay opciones pero, claro, como todo en la vida, hay que querer verlas y (lo más importante, creo yo) reunir el valor y coraje suficientes para actuar en consecuencia.

Conciencia del tiempo

Sin intención de destriparle a nadie el contenido del libro ( que es altamente recomendable), si me gustaría apuntar que en determinado momento se habla de la importancia de tener «conciencia del tiempo» porque «el tiempo se nos escurre de las manos como granitos de arena, y ya no vuelve». De hecho, al protagonista le regalan un reloj de arena para que no olvide este importante principio.

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Y aquí es cuando se alerta de que tengas cuidado con lo que se denomina «ladrones de tiempo«, es decir, las cosas o personas que no te aportan nada (a veces incluso restan) y que atiendes por costumbre, cortesía o… cobardía porque no te ves capaz de poner límites. «No descuelgues el teléfono siempre que suene; el teléfono está ahí para servirte a ti, no a los demás«.

¡Siempre pendientes del teléfono!

Y justo aquí caí en una manía que tengo desde hace tiempo que es mirar continuamente el móvil para ver si tengo algún mensaje de whatsapp. Y lo hago de manera automática aunque no me haya llegado ninguna alerta sonora…y no me gusta hacerlo. En mi lista de deberes para 2018 queda modificar esto. Y también entrar en internet sólo para mirar lo que necesito, y no aprovechar para curiosear un montón de cosas más, la mayor parte de las veces tonterías sin sentido que ni siquiera sé si son verdad o no. Porque cada vez que hago cosas como estas, mi tiempo, lo más valioso que tengo y tenemos todos, se escurre entre los dedos como la arena del reloj.

Pasa tiempo con tu gente y ama lo que haces

Hechas estas pequeñas valoraciones de año nuevo…sólo me queda desearos que aprovechéis cada día para hacer realidad vuestros objetivos y que disfrutéis cada minuto con las personas amadas, dando las gracias porque estén ahí. Hasta el próximo post!!!

«Nunca lamentes tu pasado. Acéptalo como el maestro que es»

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#tiempo #robinsharma #elmonjequevendiosuferrari

 

 

 

Dejad que llueva

Definitivamente, el tiempo se ha vuelto más loco que la que firma este post. ¡Y la de vueltas que da la vida!

Siempre se ha dicho que en Santiago de Compostela la lluvia es arte; pero últimamente empieza a ser un bien escaso.

Los inviernos de mi infancia los recuerdo fríos, grises, oscuros y, sobre todo, lluviosos. Llovía mientras iba al colegio, cuando estudiaba en casa y durante los ratos que veía la tele. También mientras dormía. Llovía de día y llovía de noche. Llovía y llovía sin parar. Podía perfectamente empezar a llover en septiembre y parar en mayo jjajajaj, con algún pequeño descansito para que viésemos el sol. Pero…poca cosa…sin acostumbrarse. Lo justo para ir a jugar a la calle y mancharse la ropa lo suficiente como para que tu madre te riñese un poco. ¡Eran otros tiempos!.

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Y teníamos además diferentes grados de lluvia. Para empezar estaba ese orballo que parece que no moja pero que ¡vaya si moja! Te puede calar hasta los huesos como seas de los listillos que no abre el paraguas por ese calabobos de nada.

Luego está esa lluvia que empieza a caer finamente y que poco a poco apura el ritmo como un buen atleta que acelera durante los últimos metros de una carrera. Alguna rara vez dura poco. Lo normal es que transcurran horas o días. Y si además tienes la «fortuna» de que sople el vientecillo…da igual que abras el paraguas o no. ¡Te vas a poner pingando! Eso siempre que el vientecillo no alterne con rachas huracanadas que te ponen el paraguas del revés a la mínima, siempre que no aspires a cruzar la plaza del Obradoiro  emulando a Mary Poppins.

Galicia en negro

Pero eso era antes. ¿Antes de qué? Antes de que el mundo enloqueciese cambio climático mediante. Ahora llueve poquísimo y Galicia arde a lo loco en un mes de octubre superseco, supercálido y superraro. Tras esa ola incendiaria, se vino abajo el refrán de que nunca llueve a gusto de todos. Pasados el 14 y 15 de octubre, sí llovió a gusto de todos. Se purificó el ambiente y se apagaron los fuegos.  Y en aquella vieja Compostela, donde la lluvia solía ser arte, el agua pasó a ser una necesidad. Nadie quería volver a ver caer del cielo ceniza. Nevaba en negro.

Eso sí. El negro quedó instalado en las 50 mil hectáreas calcinadas y en el corazón de todas las personas que quedaron sin casa, sin propiedades y en el peor de los casos también sin vida. Qué curioso que ocurra cuando estos días se cumple el décimoquinto aniversario del accidente del Prestige. Por aquel entonces, la mancha negra en forma de chapapote vino del mar.

Que las gotas de lluvia escondan mis lágrimas

Recuerdo aquella canción de los Temptations «I wish it would rain» (desearía que lloviese), donde un amante despechado desea que desaparezca el sol y el buen tiempo porque su chica se ha ido con otro. Acaba gritando «let it rain» (dejad que llueva). Lo que nunca llegué a pensar es que aquí acabaríamos pidiéndolo literalmente.

Nunca se puede dar nada por sentado en la vida. Ni siquiera la lluvia.  Puede que no haya un mañana. Nadie lo tiene asegurado. Y todo puede cambiar en un plis.

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Nos vemos prontito. Saludos. También puedes seguirme en twitter @cuadernodesofia.

#lluvia #incendios

Volver

Volver, con la frente marchita

las nieves del tiempo platearon mi sien

sentir que es un soplo la vida

que veinte años no es nada…

«Volver» de Carlos Gardel

Hola a todos!

Sí, varios meses y unas vacaciones después, he vuelto al blog. Como podéis ver, hoy me he levantado con el corazón porteño, soñando con volver algún día a Buenos Aires. Un deseo que se ha acrecentado después de la visita a Galicia de mi prima a la que ya echo de menos. ¡Qué gallego no tiene familiares en Argentina! Yo no podía ser menos.

A pesar de que mi familia y yo intentamos que recorriese al máximo la geografía gallega en tiempo record, mi incansable prima (que regresa entrenada para correr una maratón si quiere) tuvo oportunidad también para ilustrarme con una auténtica masterclass sobre como preparar un buen mate.

Y yo que pensaba que sería como una especie de infusión…¡Ja, ja y ja! Preparar mate es todo un arte y requiere, en pocas palabras… calentar primero el agua (sin que hierva), luego echar un poco con la «pava» sobre la «yerba» para que empiece a hacerse, apretar la «yerba» con la «bombilla», luego ir echando más agua…para luego ir bebiendo uno tras otro compartiendo «bombilla» y sin olvidar el pequeño detalle de que tiene que echar el agua la persona que invita al mate…No puedo confirmar que ya domine la técnica, pero bueno, beber se bebe.

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Tengo que confesar que, de entrada, me sabía un poco amargo, pero a día de hoy estoy ya enganchada. No sólo a su sabor, sino a todo el ritual que lo acompaña. Si algún día vuelvo a Argentina pasaré el examen de «argentinidad» seguro jajaja. Y hay que aprovechar porque, como decía Carlos Gardel, es un soplo la vida…Y después de esto, supongo que sólo me queda apuntarme a clases de tango no??? No lo descarto!

Bendita rutina

Pero volviendo a mi realidad compostelana, yo soy de las que suele coger vacaciones en agosto, por lo que estos días ando adaptándome a la operación retorno.

Puedo decir con orgullo que soy de las afortunadas que no sufro ningún síndrome depresivo por volver a la vida laboral. Primero porque me considero tremendamente suertuda por tener un trabajo en esta época en la que tanto escasean los empleos, fundamentalmente los estables.

Pero también porque intento (en la medida de lo posible, claro), disfrutar con lo que hago, no sólo en el trabajo, sino en el resto del día. Si tengo que limpiar la casa, me pongo mi música favorita; si no llueve, aprovecho para salir a correr; si el tiempo no acompaña miro recetas de cocina en internet y luego voy al super para comprar los ingredientes que me hagan falta para prepararme algo rico ( y a poder ser sano) o leo un libro, o me pongo a actualizar el blog, o lo que me apetezca.

Vive el momento

Como me dijo una amiga a la que quiero muchísimo (y que se reirá cuando lea esto) «No se puede esperar a mañana para ser feliz. Hay que ser feliz hoy«. A lo que yo añado: ni se puede esperar al fin de semana, ni a las vacaciones, ni a cuando me jubile, ni a cuando tenga dinero, ni a cuando los niños sean mayores, ni a cuando…(cada uno que ponga su razón). Más que nada porque ninguno de nosotros tiene el futuro asegurado, ni el levantarse mañana (aunque vivamos de espaldas a ello) por lo que cada día es una nueva oportunidad de encarar la vida con la mejor de las actitudes y una sonrisa de oreja a oreja.

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Y no, no vivo en las nubes. Sé que puedes pensar que la vida es muchas veces injusta (lo es) y que hay situaciones muy dolorosas que a menudo te impiden hacer lo que realmente desearías: una enfermedad propia o de una persona próxima, una pérdida sentimental o cualquier otro varapalo vital.

Pero aún en esas circunstancias adversas, cuando todo se ve muy negro, puedes elegir centrar tu atención y tus pensamientos en agradecer lo que sí tienes y en lo que sí funciona en vez de ver continuamente la botella medio vacía. Y si está medio vacía, quizás es responsabilidad tuya volver a llenarla y no vivir en la queja permanente. Pero claro, protestar es fácil y cómodo; intentar cambiar lo que no te gusta cuesta más y genera miedos.

Nos vemos prontito!!

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#volver #argentina #vueltaaltrabajo

 

 

 

 

Regalices rojos

¡Me encantan los regalices rojos! Es así. Lo admito. Y además me gustan todos: los alargados, los discos, los ladrillitos, los que tienen pica pica y los que no…en fin, una debilidad como otra cualquiera.

Recuerdo que cuando era pequeña, mi padre me daba cien pesetas todos los domingos para «mis gastos» (sí, soy lo suficientemente mayor como para recordar mi infancia en pesetas jajajaj). Cien pesetas que duraban un suspiro. Concretamente, el tiempo que tardaba en llegar al quiosco más cercano para gastarme todo en chuches. Eso sí que era vivir el presente. Mindfulness en estado puro.

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Ahora mismo no consigo recordar la cara de la quiosquera, pero sí la hago muy mayor, menudita y con mucha mucha paciencia. Tanta como para ir dándome chuche a chuche todo lo que yo le pedía y así exprimir al máximo mi dulce y golosa paga semanal: un regaliz, una nube, un chupa, un escalofrío, una dentadura de drácula, unos chicles barrilete…¡yo que sé!.

Frágil y selectiva memoria

Este es uno de los escasos recuerdos que tengo de mi infancia, porque la verdad no recuerdo demasiados episodios de mi vida de peque. Y me da rabia, porque me encantaría recordar trastadas de cuando tenía tres o cuatro años, pero la verdad es que no me acuerdo.

Muchas veces me he preguntado cómo funciona esto de la memoria, porque yo estoy convencida de que la altera nuestro propio estado de ánimo. ¿Nunca os ha pasado que cuando algo no va bien en vuestra vida, de repente parece que todo lo que recordamos son cosas malas? O al revés. Y de ahí llegan las generalidades de…»siempre me pasa lo mismo»…etc, etc.

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Y lo mismo pasa con algún recuerdo en concreto, que tanto lo recreamos, lo repensamos y le damos vueltas en la cabeza que al final es posible que lo que traemos a nuestra mente poco tenga que ver con lo que en realidad sucedió.

Y ya no digamos cuando se junta un grupo de gente y se recuerda algún hecho…y cada uno tiene una visión diferente. Muchas veces, completamente opuestas.

Ya lo dijo Lucía Etxebarría cuando escribió «Un milagro en equilibrio»:

«La realidad es multiforme y la memoria una farsante que interpreta el pasado según le da la gana, lo cual quiere decir que aunque una albergue la firme intención de contar las cosas tal y como fueron, siempre acabará contándolas tal y como las recuerda, que no es lo mismo».

Y yo que tengo la sensación de que los regalices de hoy en día no saben tan ricos como los de antes. Claro que no sé si realmente es así, y yo tengo ese recuerdo de mi infancia alterado y guardado bajo un profundo amor, o sí realmente es así.

¡Madre mía! ¡Lo que puede dar de sí divagar sobre las chuches!

Ahora os dejo que tengo unos regalices esperándome. Y es que hay cosas que no cambian con la edad jajaja. Nos vemos pronto!!!

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#chuches #vivirelpresente #mindfulness #memoria

Pasmando

Hola!!!

Sí. Aquí sigo. Se que he tardado bastante es escribir desde el último post, pero es que he estado atareadísima en mi tiempo libre haciendo…mmmm….¡nada planificado! jajajaja. Pero nada de nada. Cero. Nothing de nothing. Como se suele decir habitualmente, tirada a la bartola, o como dice mi madre…¡pasmando!.

¡Y qué bien sienta! Se lo recomiendo a todo el mundo. Y no sé porque me da, que cada vez lo hacemos menos, víctimas de una especie de culpabilidad por no pasarnos el día realizando actividades productivas. Como sigamos así, vamos a acabar prohibiendo por ley el aburrimiento…¡cuando debería ser un derecho!.

nota

Hace unos días, leí un reportaje sobre el agobio que le produce a algunas personas estar de vacaciones, o que llegue el fin de semana, por no saber de antemano qué hacer con su tiempo libre. Según el reportaje, estas personas necesitan tener planificado, incluso con días de antelación, lo que van a hacer cuando llegue el sábado o el domingo, porque en caso contrario sienten una especie de vacío existencial.

Yo he estado pensando sobre ello y no creo que esta planificación se deba a un vacío existencial, sino al miedo a tener tiempo para reflexionar sobre una situación personal que no nos gusta (aunque esto no lo ponía el reportaje). Y, claro, pasa lo de siempre, en vez de ponernos manos a la obra para intentar cambiar eso que no nos gusta,  distraemos la mente para no pensar sobre ello; así evitas salir de tu zona de confort (que implica mucho valor y esfuerzo) y vivimos más cómodos. Aunque más infelices, porque en el fondo-fondo-fondo sabemos que deberíamos actuar de otra manera. O sea…lo que se suele llamar un autoengaño de toda la vida. La pregunta es…¿cuánto tiempo podemos aguantar así?.

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Esta «enfermedad» (por llamarle algo, aunque es una neura más bien) es algo propio de nuestros días, porque dudo bastante que en la época de nuestros abuelos pasase esto. Es más, te dirían «si no tienes que hacer, te pongo a trabajar rápido«.

Aunque me da que nuestros antepasados estaban más bien preocupados por buscarse la vida como pudiesen y no tendrían marcado ¿¿¿por la sociedad??? que para realizarse completamente tendrían que ser buenos estudiantes, acabar con éxito la carrera universitaria, comprar piso o casa, o piso y casa (con piscina a poder ser), emparejarse, tener hijos, conseguir el trabajo de tus sueños, viajar por todo el mundo, estar en forma, tener un cuerpo diez, colaborar con una ONG, saber cocinar, saber varios idiomas, ser activo en las redes sociales, ver en el cine los últimos estrenos…¡si es que me canso sólo de escribirlo!. ¡Cómo nos vamos a aburrir así!

Por cierto, ¿quién decidió que la vida tenía que ser así? Y si no es así…¿qué pasa? ¿Nos echan del concurso? ¿De qué concurso? ¿En qué maldito momento la vida se convirtió en un stress constante y en una carrera hacia ninguna parte? Por cierto, ¿estamos compitiendo con alguien? Porque yo no tengo el más mínimo interés en hacerlo.

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Yo todos los días intento reservar mis «momentos de pasmar». Pero…no nos confundamos. Porque yo no le llamo pasmar a estar tirada en el sofá sin hacer nada (eso no va conmigo), o viendo cualquier cosa en la tele. Para mi, son momentos donde hago lo que realmente me apetece aunque no sea nada que me vaya a producir un «beneficio futuro».

Me explico, si salgo a correr, no lo hago por tener una mejor salud o adelgazar (que si lo consigo, pues oye, genial a mayores). Yo salgo a correr, porque simplemente me encanta salir a correr y disfruto haciéndolo. Y digo lo mismo de pasear, hacer senderismo, cocinar, bailar, poner diez veces seguida una canción que me encanta o leer. Y ya no digo nada de contemplar paisajes impresionantes o ver el mar, porque ahí si que puedes pasmar literalmente. O sea, que no es la actividad en sí, sino la actitud con la que la haces.

También incluyo aquí escribir mis posts en este blog, algo que siempre me ha parecido una actividad especialmente relajante, estimulante y sobre todo, creativo y personal. Para mí, el beneficio de escribir, es el hecho en sí mismo de escribir y todo lo que a mi me aporta de dar y ofrecer, al margen de que cualquier persona por el mundo pueda leer lo que escribes e incluso compartirlo…O no. Eso ya es libertad de cada uno.

Nos vemos prontito.

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#naturaleza #ocio #vacaciones #tiempolibre #mindfulness