Enraízada

A mi sí me gusta la Navidad. No es que tenga intención de comprarme un jersey de renos, pero sí disfruto de estas fechas que más que conectarte con tus seres queridos (que también) te hacen volver la vista hacia dentro, a tu interior, a tu yo niño, a las navidades de tu infancia.

No siempre la mirada es amable. Puedes recordar con pena a personas o circunstancias que ya no tienes. O puedes respirar aliviado por personas o circunstancias que ya no tienes.

En cualquier caso, lo único asegurado es el cambio. Evolución en algunos casos y despedidas dolorosas en otras.

luces

Todos tenemos nuestra propia historia singular, con nuestras vivencias y nuestros aprendizajes. Y aunque siempre puedes empatizar con otras personas que pasan por experiencias similares a la tuya (o eso crees), cada vida es única e irrepetible. La hemos ido esculpiendo y moldeando a lo largo de los años hasta convertirnos en nuestra versión más actual.

Muchas veces simplificamos y pensamos que conocemos a alguien simplemente por la imagen que proyecta hacia el exterior. Y también nos vemos juzgados por miradas ajenas que creen conocernos por habernos comportado de tal o cual manera un día. En cualquier caso, no deja de ser un análisis superficial carente de contexto.

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Cuando pienso en esto, no deja de venirme a la cabeza la imagen de las raíces del árbol que yo asocio a mi etapa escolar. A tu vista están el tronco y las ramas…que pueden ser más o menos fuertes y frondosas…pero nada sabes de las raíces que se esconden bajo tierra, ni de lo profundas que son, ni de como se han abierto entre el terreno para asentar su existencia.

Con las personas pasa un poco igual. Nunca sabes cuantas lágrimas se esconden detrás de las sonrisas de escaparate, ni cuantas palabras no dichas, proyectos sin realizar, decisiones equivocadas, discusiones estériles…

Hay miradas que comunican más que muchas palabras.

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#raícesprofundas #navidad

Esa fecha del calendario

Hola de nuevo!

Como ya os he contado en otras entradas del blog, octubre es mi mes favorito del año.

Llega el otoño, podemos sacar del armario los jerseys jugosos que piden abrazos a gritos, los parques se tiñen de marrones anaranjados y podemos ir a recoger castañas o a disfrutar del mar en playas solitarias y libres de veraneantes.

Pero, por si no fueran razones suficientes, resulta que octubre es también el mes de mi cumpleaños. Esa fecha que siempre espera para felicitarme  a la vuelta del verano, mientras los días menguan en horas de luz y la oscuridad facilita esos cafés tan entrañables por algún bar de Compostela.

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Y aquí estoy en los días previos. Pensando si voy a elegir una tarta de fresas con nata o de moka para soplar las velas y feliz y contenta de estar en este mundo que, aún con algún lado amargo, merece la pena ser deleitado como un pastelito de crema. (Creo que me está quedando un poco glotona esta entrada jajajaj, pero no importa. Se acerca mi cumple y me lo puedo permitir. ¡no hay culpabilidad que valga!).

Lujos grastronómicos aparte, y aunque me juré a mi misma que no iba a filosofar ni a ponerme trascendental sobre el paso del tiempo, sí me gustaría que pudiéseis leer este fragmento de un artículo de Julio Camba que lleva por título «No pasan años«.

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Con esta ironía tan lúcida que caracteriza  los escritos de Camba, nos dice…«Y si no sabéis cuando he nacido, ¿cómo podéis decir que me conservo muy joven o que, por el contrario, estoy demasiado avejentado? Si os parezco muy joven, es que me consideráis muy viejo, y si, a la simple impresión visual, me consideráis muy viejo, es que no os parezco nada joven…» .

De las reflexiones de Camba deduzco que el que más y el que menos en algún momento se hace consciente de que no hay manera de detener el tiempo y que las canas o las arrugas son la manera evidente que tiene la naturaleza de decirte ¡Espabila, porque tú también te haces mayor! Aparentes más o menos, tienes la edad que tienes. ¡Es un hecho!

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Yo ahora espero que el tiempo pase para esta plantita que empieza a enseñar brotes verdes y que crece cada día en mi cocina. Con ella despido el post, le doy la bienvenida a un nuevo año de vida y os deseo a todos un feliz octubre. ¡Hasta pronto!.

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#otoño #pasodeltiempo #cumpleaños

 

Baños de luna

¿Miente la luna?

¿Baila la luna?

¿Qué esconde?

¿De qué color es?

¿Es real lo que ilumina?

Crea sombras en las noches de insomnio. Ilumina penas que van menguando con la luz del día. Inventa historias y alimenta monstruos. Enreda problemas con oscuros pensamientos. Irradia embrujo y enloquece almas.

Aún consciente de su peligro,  yo espero su llamada azul cada noche. Como una perla en el océano, me recuerda que se puede brillar en la más profunda oscuridad y despertar el lado más creativo de uno mismo…hay quien lo llama inspiración…y yo me sumerjo en su luz en un íntimo baño nocturno.

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La luna inspira poetas e invita a la intimidad. A las confidencias. Al romanticismo. Pero también a promesas realizadas con premura que se desvanecen al amanecer.

Su tenue luz nocturna nubla la visión. Agita emociones, siembra miedos y augura calamidades en aquellas mentes que no logran conciliar el sueño y permanecen ansiosas, vigilantes y despiertas mientras la humanidad duerme.

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La inestable y cambiante luna vive en la magia…puro ilusionismo.

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#luna #magia #noche

Dejad que llueva

Definitivamente, el tiempo se ha vuelto más loco que la que firma este post. ¡Y la de vueltas que da la vida!

Siempre se ha dicho que en Santiago de Compostela la lluvia es arte; pero últimamente empieza a ser un bien escaso.

Los inviernos de mi infancia los recuerdo fríos, grises, oscuros y, sobre todo, lluviosos. Llovía mientras iba al colegio, cuando estudiaba en casa y durante los ratos que veía la tele. También mientras dormía. Llovía de día y llovía de noche. Llovía y llovía sin parar. Podía perfectamente empezar a llover en septiembre y parar en mayo jjajajaj, con algún pequeño descansito para que viésemos el sol. Pero…poca cosa…sin acostumbrarse. Lo justo para ir a jugar a la calle y mancharse la ropa lo suficiente como para que tu madre te riñese un poco. ¡Eran otros tiempos!.

lluvia

Y teníamos además diferentes grados de lluvia. Para empezar estaba ese orballo que parece que no moja pero que ¡vaya si moja! Te puede calar hasta los huesos como seas de los listillos que no abre el paraguas por ese calabobos de nada.

Luego está esa lluvia que empieza a caer finamente y que poco a poco apura el ritmo como un buen atleta que acelera durante los últimos metros de una carrera. Alguna rara vez dura poco. Lo normal es que transcurran horas o días. Y si además tienes la «fortuna» de que sople el vientecillo…da igual que abras el paraguas o no. ¡Te vas a poner pingando! Eso siempre que el vientecillo no alterne con rachas huracanadas que te ponen el paraguas del revés a la mínima, siempre que no aspires a cruzar la plaza del Obradoiro  emulando a Mary Poppins.

Galicia en negro

Pero eso era antes. ¿Antes de qué? Antes de que el mundo enloqueciese cambio climático mediante. Ahora llueve poquísimo y Galicia arde a lo loco en un mes de octubre superseco, supercálido y superraro. Tras esa ola incendiaria, se vino abajo el refrán de que nunca llueve a gusto de todos. Pasados el 14 y 15 de octubre, sí llovió a gusto de todos. Se purificó el ambiente y se apagaron los fuegos.  Y en aquella vieja Compostela, donde la lluvia solía ser arte, el agua pasó a ser una necesidad. Nadie quería volver a ver caer del cielo ceniza. Nevaba en negro.

Eso sí. El negro quedó instalado en las 50 mil hectáreas calcinadas y en el corazón de todas las personas que quedaron sin casa, sin propiedades y en el peor de los casos también sin vida. Qué curioso que ocurra cuando estos días se cumple el décimoquinto aniversario del accidente del Prestige. Por aquel entonces, la mancha negra en forma de chapapote vino del mar.

Que las gotas de lluvia escondan mis lágrimas

Recuerdo aquella canción de los Temptations «I wish it would rain» (desearía que lloviese), donde un amante despechado desea que desaparezca el sol y el buen tiempo porque su chica se ha ido con otro. Acaba gritando «let it rain» (dejad que llueva). Lo que nunca llegué a pensar es que aquí acabaríamos pidiéndolo literalmente.

Nunca se puede dar nada por sentado en la vida. Ni siquiera la lluvia.  Puede que no haya un mañana. Nadie lo tiene asegurado. Y todo puede cambiar en un plis.

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#lluvia #incendios

Pasmando

Hola!!!

Sí. Aquí sigo. Se que he tardado bastante es escribir desde el último post, pero es que he estado atareadísima en mi tiempo libre haciendo…mmmm….¡nada planificado! jajajaja. Pero nada de nada. Cero. Nothing de nothing. Como se suele decir habitualmente, tirada a la bartola, o como dice mi madre…¡pasmando!.

¡Y qué bien sienta! Se lo recomiendo a todo el mundo. Y no sé porque me da, que cada vez lo hacemos menos, víctimas de una especie de culpabilidad por no pasarnos el día realizando actividades productivas. Como sigamos así, vamos a acabar prohibiendo por ley el aburrimiento…¡cuando debería ser un derecho!.

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Hace unos días, leí un reportaje sobre el agobio que le produce a algunas personas estar de vacaciones, o que llegue el fin de semana, por no saber de antemano qué hacer con su tiempo libre. Según el reportaje, estas personas necesitan tener planificado, incluso con días de antelación, lo que van a hacer cuando llegue el sábado o el domingo, porque en caso contrario sienten una especie de vacío existencial.

Yo he estado pensando sobre ello y no creo que esta planificación se deba a un vacío existencial, sino al miedo a tener tiempo para reflexionar sobre una situación personal que no nos gusta (aunque esto no lo ponía el reportaje). Y, claro, pasa lo de siempre, en vez de ponernos manos a la obra para intentar cambiar eso que no nos gusta,  distraemos la mente para no pensar sobre ello; así evitas salir de tu zona de confort (que implica mucho valor y esfuerzo) y vivimos más cómodos. Aunque más infelices, porque en el fondo-fondo-fondo sabemos que deberíamos actuar de otra manera. O sea…lo que se suele llamar un autoengaño de toda la vida. La pregunta es…¿cuánto tiempo podemos aguantar así?.

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Esta «enfermedad» (por llamarle algo, aunque es una neura más bien) es algo propio de nuestros días, porque dudo bastante que en la época de nuestros abuelos pasase esto. Es más, te dirían «si no tienes que hacer, te pongo a trabajar rápido«.

Aunque me da que nuestros antepasados estaban más bien preocupados por buscarse la vida como pudiesen y no tendrían marcado ¿¿¿por la sociedad??? que para realizarse completamente tendrían que ser buenos estudiantes, acabar con éxito la carrera universitaria, comprar piso o casa, o piso y casa (con piscina a poder ser), emparejarse, tener hijos, conseguir el trabajo de tus sueños, viajar por todo el mundo, estar en forma, tener un cuerpo diez, colaborar con una ONG, saber cocinar, saber varios idiomas, ser activo en las redes sociales, ver en el cine los últimos estrenos…¡si es que me canso sólo de escribirlo!. ¡Cómo nos vamos a aburrir así!

Por cierto, ¿quién decidió que la vida tenía que ser así? Y si no es así…¿qué pasa? ¿Nos echan del concurso? ¿De qué concurso? ¿En qué maldito momento la vida se convirtió en un stress constante y en una carrera hacia ninguna parte? Por cierto, ¿estamos compitiendo con alguien? Porque yo no tengo el más mínimo interés en hacerlo.

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Yo todos los días intento reservar mis «momentos de pasmar». Pero…no nos confundamos. Porque yo no le llamo pasmar a estar tirada en el sofá sin hacer nada (eso no va conmigo), o viendo cualquier cosa en la tele. Para mi, son momentos donde hago lo que realmente me apetece aunque no sea nada que me vaya a producir un «beneficio futuro».

Me explico, si salgo a correr, no lo hago por tener una mejor salud o adelgazar (que si lo consigo, pues oye, genial a mayores). Yo salgo a correr, porque simplemente me encanta salir a correr y disfruto haciéndolo. Y digo lo mismo de pasear, hacer senderismo, cocinar, bailar, poner diez veces seguida una canción que me encanta o leer. Y ya no digo nada de contemplar paisajes impresionantes o ver el mar, porque ahí si que puedes pasmar literalmente. O sea, que no es la actividad en sí, sino la actitud con la que la haces.

También incluyo aquí escribir mis posts en este blog, algo que siempre me ha parecido una actividad especialmente relajante, estimulante y sobre todo, creativo y personal. Para mí, el beneficio de escribir, es el hecho en sí mismo de escribir y todo lo que a mi me aporta de dar y ofrecer, al margen de que cualquier persona por el mundo pueda leer lo que escribes e incluso compartirlo…O no. Eso ya es libertad de cada uno.

Nos vemos prontito.

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#naturaleza #ocio #vacaciones #tiempolibre #mindfulness

Tras la tempestad

Hola!!!

No sé si os ha tocado recientemente vivir algún temporal, pero aquí por mi querida tierra gallega llevamos unos días encadenando uno tras otro.

Puesto en imágenes, son árboles arrancados de raíz cruzando carreteras, olas de más de diez metros en el mar, destrozos en edificios y coches, cortes en el suministro eléctrico…etc, etc.

Al otro lado del cristal

Cuando llega un ciclón de esta magnitud, te sientes una hormiguita y agradeces tener una casa en la que refugiarte y desde la que ver la tormenta. Eso sí, desde el otro lado del cristal y con una infusión calentita en la mano. O mejor aún, debajo de la manta y leyendo un buen libro.

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Los temporales son recordatorios de que la naturaleza es siempre más fuerte que tú y de que su poder puede ser literalmente arrollador.

Cuando el viento lo barre todo

Hoy sigue lloviendo pero, el viento ha cesado. Un viento que días atrás no se podría ver pero…¡vaya si se oía!. Soplaba a un volumen de atemorizar y los daños posteriores demostraron que sobraban razones para tenerle miedo. Ahora toca reparar los destrozos… los que sean reparables, claro.

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Pero hay más furias que la del viento y sus efectos pueden ser igual de devastadores o incluso peores…porque los daños invisibles que quedan en el alma a veces no tienen cura.

Piensa en esos ataques de ira que acaban en gritos, descalificaciones y…¿quién sabe que más? Luego puede recuperarse el tono amistoso y coloquial, pero lo dicho y gritado, dicho y gritado queda. No es cierto que las palabras se las lleve el viento. Ni aunque venga una ciclogénesis explosiva.

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#temporal #ira

¡Vaya castañazo!

A ver!!! Que levante la mano el primero que no se ha llevado algún castañazo en la vida!!! Veo pocas manos levantadas eh??? Es que el que más y el que menos, a todo el mundo le ha tocado lidiar en alguna ocasión, con alguna situación que preferiría haber evitado.

Castañita rica

Sin embargo hoy voy a hablar de las castañas «buenas», jejeje. Es decir, de las que se comen. Aunque este otoño está dejando por el momento un tiempo bastante veraniego en Santiago (el conocido como «veroño»), a mi me encanta que me llegue el olor de las castañas asadas cuando voy por la calle abrigada hasta las orejas, en estos días grises y fríos tan habituales por mi querida tierra. Y ya no digamos, el instante en que agarras ese cucurucho de periódico que quema por momentos con las castañas sacadas literalmente de las brasas.

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Pero otro episodio curioso que nos deja la castaña es el momento de ir a recogerla. Mi padre, por ejemplo, tiene varios castaños y en mi familia es costumbre, llegada esta época del año, de quedar para ir al monte a recogerlas. Y no penséis que es tan fácil porque a veces hay que emprender una lucha titánica con el erizo que las envuelve porque no las suelta ni a la de tres.

Siempre se dice que para disfrutar del olor de una rosa, a veces te tienes que pinchar con sus espinas, pero yo añado que para coger una castaña, vas a tener que vértelas con esos erizos que funcionan como auténticos tanques acorazados pinchantes.

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Recoger castañas del suelo, siempre que tu espalda te lo permita, es una actividad extremadamente gratificante. Aparte de hacerte con un alimento riquísimo, te permite desconectar y pasar una tarde divertida. Aprovecho para enseñaros alguno de los espantapájaros que hace mi padre con la misma dedicación y mimo con que cuida el monte y todos sus cultivos jejeje.

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Lo cierto es que vivir en Santiago de Compostela te permite lujos como agarrar el coche y estar completamente inmerso en el medio rural en poco más de un cuarto de hora.

Tenemos nuestra aldea a la vuelta de la esquina, un sitio al que el cuerpo te pide volver de vez en cuando para recordarte cuales son tus orígenes, que la naturaleza sigue sus propios ritmos y que respirar paz…¡es gratis! Como casi todo lo que suele merecer la pena en la vida. ¡Nos vemos!

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#castañas #naturaleza #ocio

 

 

 

La vida en verde y marrón

¡Ya está aquí octubre!

¡Me encanta el otoño!

Por gustar, hasta me gusta la ropa típica de esta estación, cuando ya empiezas a abrigarte pero todavía no tienes que luchar contra esos temporales tan típicos de Galicia. Sí, ya sabéis, esos días de invierno en los que no para de llover, la humedad te corroe el alma y siempre es de noche…

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Pero el otoño es más majete. Los días tienen todavía bastantes horas de luz y todos los paisajes parecen estar inundados por los colores verde y marrón.

El verde de las hojas que renacen, una vez que ya han caído las que no sirven, y el marrón de la madre tierra que nos recuerda la importancia de tener unas raíces fuertes y profundas. A veces más rojo fuego, a veces más creativamente naranja.

En otoño es cuando más me apetece vestirme con los colores que la naturaleza nos regala estos meses. Es como si de alguna manera te fusionaras con el entorno.

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Para algunos, el otoño es tristeza, porque lo asocian al fin de las vacaciones, la vuelta al trabajo o la llegada del frío y de las lluvias.

Octubre de ilusión y retos

Para mí, sin embargo, es vida, es cambio, es movimiento, es renacer, es ilusión…las libretas sin estrenar ante un nuevo curso que nos traerá muchas y nuevas experiencias (¿soy yo la única que recuerda con nostalgia el momento de abrir por primera vez los libros y libretas antes empezar las clases? Olían distinto y en la librería siempre me regalaban bolígrafos y lápices que guardaba como oro en paño…).

Música para el alma

Será que estoy nostálgica pero estos días me ha dado por ponerme en casa un viejo cd de Duncan Dhu «Autobiografía«.  Mi canción favorita es «Rosa gris» interpretada magistralmente por la voz susurrante y sensual de Diego Vasallo. Sencillamente…¡me encanta! Hasta la próxima.

Rosa gris

mirada dulce y labios de cristal

y la piel que no toqué

blanca como su intención…

¡Ah! Las fotos son en la alameda de Santiago de Compostela, otro rinconcito fantástico de mi ciudad mágica.

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#otoño #naturaleza #DuncanDhu