Lo mío con Víctor del Árbol fue amor a primera letra. O simplemente que la periodista (Ana Abelenda) escogió para titular su entrevista una frase que rompe con la artificial y mentirosa felicidad de las fotos colgadas en instagram o en cualquier otra red social.
«Me gusta la gente que tiene cicatrices». Tan simples palabras para de un plumazo decir adios a los filtros, a las sonrisas forzadas y a las aventuras de escaparate. Y creo que – obviamente – no habla de las marcas físicas en el cuerpo, sino de otras heridas que se cargan en silencio o se ocultan tras una sonrisa amable y una caída de ojos.
La entrevista se publicó a principios de año en un periódico gallego y aunque tengo que reconocer que no había leído nada de este autor, el titular ejerció tal atracción que tuve que leerla íntegra y de inmediato.
Y fue una sensación extraña. Un escritor que descubro al azar y al que me siento conectada como si fuésemos antiguos amigos. Tengo la sensación de que no siempre eliges el libro que quieres leer. A veces, es el destino el que te lo pone delante como por casualidad.
«Si vives de verdad, acabas sufriendo, huyes de certezas y seguridades, de la zona de confort, te atreves a ir lejos y el precio que pagas es alto. Y quedan esas cicatrices, que demuestran que al final, has vivido. A mi me gustan las personas que se mojan, que son las protagonistas de sus vidas, que se sienten heridas pero siguen luchando».
Atrévete
Muchas veces he pensado en la importancia de atreverse. ¿De atreverse a que? Pues a hacer lo que a ti te llene. Y si me equivoco…pues es el precio que hay que pagar. Si la experiencia te hace crecer como persona…¿o nunca te ha pasado que lo que viviste como una desgracia con el paso del tiempo llegó a ser una bendición? El paso previo a un despertar, que no habría ocurrido de no ser por el error cometido.
Y mira tú que en estas cavilaciones leo otra entrevista, en este caso del psicólogo Tomás Navarro y me encuentro otra frasecita de estas en el titular: «No te avergüences de tus cicatrices: ¡embellécelas!».
Y pasaba a explicar la técnica japonesa del «Kintsukoroi» (de la que ya hablé en otro post) y que consiste en recomponer una pieza de cerámica que se ha roto rellenando las grietas con polvo de oro.
Técnica, por cierto, que da título a uno de sus libros y que yo descubrí en una librería de Santiago (otra vez el destino me pone delante un libro que me llama).
La sabiduría está en los libros…y en lo vivido.
Libro que encierra la misma sabiduría de la que hablaba Víctor del Árbol: «Vivir es algo que está reservado sólo a los valientes, ya que implica tomar decisiones, vencer la comodidad y buscar el desarrollo y el crecimiento de manera activa. Cuando vivimos intensamente, corremos más riesgos y nos volvemos más frágiles».
Entonces yo me pregunto…si personas como Víctor del Árbol o Tomás Navarro – a los que no tengo la fortuna de conocer personalmente – se presentan ante mi en forma de obra escrita ¿será que el destino me lo tenía preparado? ¿Será el ejemplo práctico de que cuando el alumno está preparado aparece el maestro? ¿O será una simple casualidad de la vida?.
No se. Seguiré viviendo de manera consciente para intentar encontrar respuesta si es que la hay. Pero…mientras… una amiga acaba de estar de cumpleaños y su regalo fue el libro de Víctor del Árbol «La víspera de casi todo«. Acompañada de postal con cita de Tomás Navarro escogida por mí jjajajajaj. ¡Lo bueno hay que difundirlo! Nos vemos pronto. Besos y abrazos.
¡Vive, joder, vive!
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